Septiembre de 2008. No hace ni dos meses que se inauguró junto al pequeño pueblo pesquero de Alcalá, en Tenerife, uno de los resorts hoteleros más exclusivos de toda España: el Gran Meliá Palacio de Isora. El nombre no es casualidad; es palacio por su magnitud arquitectónica, su basta extensión en el terreno, sus casi 700 habitaciones, la calidad del servicio, los acabados en cada detalle. Palacio de Isora, ya que Alcalá se encuentra en el municipio de Guía de Isora, en Costa Adeje, a 90 minutos en coche desde el aeropuerto de Tenerife Norte, y a escasa media hora desde el del sur.
Lo primero de todo es llegar al hotel. Aterrices donde aterrices, llegarás por la misma carretera. Por lo tanto, pasarás antes por Alcalá. Es un pequeño pueblo, muy pequeño, que cruzarás de un extremo a otro en 2 minutos en coche. Lo primero que te preguntas es: ¿cómo sabré cuál es el hotel? Cuando llamé a recepción para que me explicaran me lo dijeron claro: «lo reconocerás en seguida». Dicho y hecho. Justo al salir de la calle principal de Alcalá y al coger la rotonda, lo primero que ves a tu izquierda es el hotel. Sólo ves una pequeña parte, pero ya intuyes por dónde van los tiros.
Recordemos que es un hotel 5 estrellas gran lujo. Eso es lo más. Bueno, miento, lo más es el hotel de 7 estrellas en Dubai. Y en los hoteles de esa categoría lo primero que te encuentras es al conserje, en su garita, y a los aparcacoches y recogemaletas. Gustazo es lo de dejar el coche en manos de un joven desconocido y tus maletas en manos de otro. Tienes que fiarte, porque como se pierda algo o al coche le hagan cualquier tontería les echan. Nada más pasar la puerta te das cuenta de lo que significa ese hotel: decoración minimalista y mediterránea, sofás por todas partes, camas en el lobby bar, una sala de comunicaciones/biblioteca, y vistas a la Plaza Atlántica, que es el centro neurálgico de todo el complejo. Tremendo.
Esa sensación de perfección, de lujo constante acompaña a toda la estancia. Desde los pasillos, las habitaciones (la más pequeña 48 m2, hasta villas personales con piscina, cama balinesa, jacuzzi, jardín y mayordomo exclusivo 24 horas al día), las 5 piscinas (infantil, infinity pool salada y 3 de agua dulce, una de ellas para los clientes Red Level), la Plaza Atlántica, los restaurantes… Todo está cuidado hasta el último detalle.
Se podrían contar muchas cosas de este hotel, pero hay que resumir ya que lo importante son las fotos, que están al final del post. Así que:
Me pone:
– El servicio, desde las recepcionistas hasta la gente que no influye en tu estancia en absoluto. Saludan con gestos marca de la casa: mano al pecho en muestra de que están para servirte en lo que desees (palabras de la comercial de Sol Meliá).
– La Infinity Pool. Una piscina, como su nombre indica, sin final, con vistas a La Gomera y a escasos metros del océano. Es de agua salada, y tiene una densidad mayor que la del mar, por lo que hace que flotes sin quererlo. Está rodeada de camas balinesas, jardin, y dentro tiene camas acuáticas, jacuzzis, chorros masaje… Nada de esto funcionaba a principios de septiembre. Y del tema toallas, a comentar que las recoges cuando las necesitas en la conserjería de animación y las devuelves antes de volver a tu cuarto.
– El desayuno buffet. Todo lo imaginable está en ese restaurante, cuya terraza, Dama de Noche, hará que no te parezca extraño comer unos huevos con chistorras seguido de una variedad de quesos o crèpes a las 11 de la mañana.
– Las habitaciones. Sólo hemos probado las demi-suites con vista al jardín/piscina. Todas cuentan con tres teléfonos, cama de matrimonio, sofá cama, mesita de despacho y mesita de café, minibar, armarios gigantes, televisión de plasma de miles de pulgadas, juegos de iluminación, terraza con sofá, baño con todas las amenities posibles (de Clarins), bañera, ducha, dos picas. Al caer la noche, el servicio de habitaciones se deja pasar por el cuarto para prepararlo: las camas listas, los albornoces encima de ellas, luces tenues. Y todo sin ni siquiera verles el pelo, ya que lo hacen en tu ausencia.
– Control de factura. El día antes de abandonar el hotel, un sobre por debajo de la puerta con la factura provisional te informa de cuáles han sido tus gastos. Lo bueno de este hotel es que no necesitas dinero, ya que casi todo lo que consumes te lo cargan a la cuenta de la habitación.
– La estética. Todo está pensado para que el lujo sea discreto pero notable a la vez.
– El clima, pero eso ya no es cosa del hotel.
No me pone:
– Muchos huéspedes, que se hacen dueños de las camas balinesas y dejan sus cosas aunque se tiren horas sin aparecer por ahí, con lo codiciadas que están.
– Lo perdidos que podemos llegar a estar nada más llegar si no te indican de dónde está exactamente tu habitación.
– Que un chico vaya pasando por las hamacas con una bandeja ofreciendo cremas solares. Una cosa es un buen servicio y otra esclavitud egipcia.
– Los precios. Un hotel de estas características es carísimo, ya no sólo las habitaciones más sencillas, que pueden rondar los 1000 euros por 5 noches, sino las de Red Level (la zona exclusiva, digamos) y ya, por supuesto, las villas privadas. Es lujo, pero hay que poder permitírselo.
– El entorno. A no ser que te sobre la pasta, irás al hotel en régimen AD. En Alcalá hay 5 restaurantes contados, te los acabarás conociendo todos, y muchos no valen la pena. Una recomendación: La Escondida.
Y sin más, las fotos. ¡Disfrutad!